Como su apodo Țepeș indica, tenía predilección por el empalamiento, una técnica de tortura y ejecución que consiste en introducir un palo de aproximadamente 3,50 m de longitud , por el recto, fijarlo a la carne con un clavo y después levantarlo para que la víctima muriese lentamente.
Supuestamente, entre 40.000 y 100.000 personas murieron de esta manera, o a través de otros métodos de tortura, a manos de los hombres del Empalador, durante los siete años que duraron sus sucesivos reinados: enemigos, traidores, delincuentes de todo tipo. Vlad odiaba, más que cualquier cosa, los robos, las mentiras, el adulterio, y no perdonaba a nadie por su rango; más aún, cuanto más alto era el rango del traidor, más duro era el castigo. Consiguió acabar con los boyardos decadentes de su tiempo.
Vlad Tepes vivió una infancia traumática, hecho que sin duda resultó determinante a la hora de conformar su sádica personalidad. A la temprana edad de trece años fue entregado como rehén a los turcos por su propio padre. Durante su cautiverio, el joven Vlad fue adiestrado en las artes de la guerra, pero tras la muerte de su padre desertó de las filas turcas y reunió su propio ejército. En 1456 vio cumplido su sueño al convertirse en príncipe de Valaquia.
Fue entonces cuando empezó a forjarse la leyenda sobre el sadismo de Vlad Tepes, a quien se atribuyen más de cien mil muertes entre 1456 y 1462, período de su reinado. Los detalles que han trascendido a través de documentos y grabados de la época ponen de manifiesto la falta de escrúpulos con la que Vlad Tepes ejecutaba a sus enemigos. Así, era generalizada la práctica del empalamiento, consistente en ensartar los cuerpos moribundos de los opositores al príncipe en altas estacas de madera. También se practicaban la incineración y el desollamiento de los prisioneros, torturas todas ellas con las que el príncipe parecía disfrutar sobremanera.
La brutal ofensiva turca llevada a cabo en 1462 contra los disidentes de Valaquia obligó a Vlad Tepes a huir a Hungría. Una vez allí pidió asilo al rey húngaro, quien, lejos de atender sus peticiones, lo encarceló durante doce años, alegando falsas acusaciones. Pero ni siquiera durante su cautiverio logró Vlad Tepes reprimir sus impulsos sádicos, y al parecer sobornaba a menudo a sus carceleros para conseguir aves a las que desplumaba sin piedad. La fortuna volvió a sonreírle en 1475, cuando el rey de Hungría puso a su disposición un ejército a fin de recuperar para su reino el territorio de Valaquia. Un año más tarde, en noviembre de 1476, Vlad Tepes volvía a hacerse con el control del principado. Sin embargo, apenas unas semanas después, cayó en una emboscada de los turcos, que lo asesinaron y exhibieron su cabeza en Estambul.
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Fuente:Wikipedia, Google
Supuestamente, entre 40.000 y 100.000 personas murieron de esta manera, o a través de otros métodos de tortura, a manos de los hombres del Empalador, durante los siete años que duraron sus sucesivos reinados: enemigos, traidores, delincuentes de todo tipo. Vlad odiaba, más que cualquier cosa, los robos, las mentiras, el adulterio, y no perdonaba a nadie por su rango; más aún, cuanto más alto era el rango del traidor, más duro era el castigo. Consiguió acabar con los boyardos decadentes de su tiempo.
Vlad Tepes vivió una infancia traumática, hecho que sin duda resultó determinante a la hora de conformar su sádica personalidad. A la temprana edad de trece años fue entregado como rehén a los turcos por su propio padre. Durante su cautiverio, el joven Vlad fue adiestrado en las artes de la guerra, pero tras la muerte de su padre desertó de las filas turcas y reunió su propio ejército. En 1456 vio cumplido su sueño al convertirse en príncipe de Valaquia.
Fue entonces cuando empezó a forjarse la leyenda sobre el sadismo de Vlad Tepes, a quien se atribuyen más de cien mil muertes entre 1456 y 1462, período de su reinado. Los detalles que han trascendido a través de documentos y grabados de la época ponen de manifiesto la falta de escrúpulos con la que Vlad Tepes ejecutaba a sus enemigos. Así, era generalizada la práctica del empalamiento, consistente en ensartar los cuerpos moribundos de los opositores al príncipe en altas estacas de madera. También se practicaban la incineración y el desollamiento de los prisioneros, torturas todas ellas con las que el príncipe parecía disfrutar sobremanera.
La brutal ofensiva turca llevada a cabo en 1462 contra los disidentes de Valaquia obligó a Vlad Tepes a huir a Hungría. Una vez allí pidió asilo al rey húngaro, quien, lejos de atender sus peticiones, lo encarceló durante doce años, alegando falsas acusaciones. Pero ni siquiera durante su cautiverio logró Vlad Tepes reprimir sus impulsos sádicos, y al parecer sobornaba a menudo a sus carceleros para conseguir aves a las que desplumaba sin piedad. La fortuna volvió a sonreírle en 1475, cuando el rey de Hungría puso a su disposición un ejército a fin de recuperar para su reino el territorio de Valaquia. Un año más tarde, en noviembre de 1476, Vlad Tepes volvía a hacerse con el control del principado. Sin embargo, apenas unas semanas después, cayó en una emboscada de los turcos, que lo asesinaron y exhibieron su cabeza en Estambul.
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